Senador Carlos Felipe Mejía
Tres semanas después de iniciada la segunda legislatura 2015-2016, la incertidumbre y la desconfianza están a la orden del día frente a las expectativas que creó el Gobierno Nacional durante el trámite de las leyes en el período anterior. Lo primero que debemos advertir es que los objetivos planteados en la ley del Plan de Desarrollo no eran tan realistas como los plantearon ante la opinión pública en el irregular y manipulado trámite que esta ley tuvo en el Congreso el semestre pasado. Hoy el Gobierno reconoce que sus estimaciones de recursos presupuestales no corresponden con los que utilizó el ministro de Hacienda para justificar la aprobación de leyes a última hora, imponiendo la sumisa mayoría de la Unidad Nacional.
Durante este semestre el proyecto más importante que se tramita es el presupuesto del año 2016, el cual se sustenta en proyecciones que difieren de la realidad económica por la que pasa el país, crecimiento económico en al año 2015 del 3,6% cuando el Banco de la República ya revisó su meta de crecimiento para este año a 2,8%, analistas y economistas independientes proyectan un crecimiento cercano al 2%, y extrañamente se estima un precio del petróleo cercano a los US$64 por barril cuando la tendencia es hacia US$54.
Lo que el pueblo colombiano verá próximamente será el continuo incumplimiento del presidente Juan Manuel Santos de sus promesas de campaña y de los compromisos que ha adquirido el gobierno en este congreso, como lo demuestra el sustancial recorte que se viene en materia de inversión en el presupuesto general de la nación, mientras se mantienen y crecen los rubros de funcionamiento, de burocracia y aquellos mediante los cuales puede el ejecutivo influir en los próximos comicios electorales.
Tal como lo describe el senador del Centro Democrático Iván Duque, esta es la realidad macroeconómica que se avecina: “En cuanto a la consistencia con el Plan de Desarrollo y el Marco Fiscal de Mediano Plazo, es evidente su desconexión… se menciona la relevancia de los sectores industriales, agrarios, mineros y de ciencia y tecnología como motores del crecimiento en la actual coyuntura, impulsados entre otros, con más recursos públicos. Pues bien, en el proyecto de presupuesto los recursos para el agro caen 39%; los de minas y energía, 20%; los de comercio, industria y turismo, 9%, y los de ciencia y tecnología, 20%. Sencillamente inconsistente”.
Grave para la agricultura colombiana, cuando ha sido evidente que el Gobierno ha dejado este sector semiparalizado en inversión y en materia de legislación, mientras definen la política agropecuaria en los acuerdos con las Farc en La Habana. La infraestructura será otra gran damnificada, luego de cinco años de estructuración de proyectos, y ahora que se empiezan a concretar licitaciones, la financiación no está garantizada y vemos cómo el sector privado será ejecutor primordial pero mediante financiaciones no muy claras, como la de permitir que los propios constructores se autofinancien con los fondos de pensiones, o se siga insistiendo en recurrir a la venta de activos estratégicos como Isagén, o mediante peajes como el mejoramiento de la vía Manizales-Mariquita.
Es muy diciente que hoy se reconozca por los empresarios nacionales que las reformas tributarias que este Congreso le ha aprobado al presidente Santos no solo han sido infructuosas en materia de recaudos sino que han desestimulado la inversión privada y extranjera. El presidente de la Andi Bruce Mac Master lideró el acompañamiento de la empresa privada en la última reforma tributaria y hoy cuando reclama del Gobierno resultados, lo tratan prácticamente de saboteador y le anuncian hasta cuál será su nueva actividad (ver artículo Gabriel Silva, El tiempo, Domingo 9/08/2015). Vaya atrevimiento e intromisión del Gobierno en los organismos privados.
Pretende el Presidente hacer creer a los colombianos que por el hecho de que otros países de América Latina tengan bajos niveles de crecimiento, el país no se inquiete porque en Colombia tengamos el más bajo nivel de crecimiento de los últimos años. No es pretendiendo generar falsas expectativas como se puede justificar el país del postconflicto que por el momento solo cabe en la cabeza del primer mandatario, ya que las realidades en materia de seguridad, de conflicto social, de corrupción, de procederes dudosos de los organismos de la justicia y pobre desempeño de los sectores más importantes de la economía nacional, no reflejan ese idílico país que dice el Presidente está más cerca que nunca, con la firma de un acuerdo con las Farc.
Aquí lo que sí es definitivo es el horizonte oscuro de desconfianza que tenemos muchísimos colombianos frente a tanta incertidumbre, poca verdad y mucha manipulación con la paz; producto de tantos anuncios incumplidos sobre todo en época electoral como esta…, no en vano la baja popularidad de este gobierno que según las últimas encuestas supera apenas el 20%.