Senador Carlos Felipe Mejía
Hoy se preguntan los colombianos cómo fue posible que en el tiempo transcurrido después del plebiscito del 2 de octubre de 2016, a este país lo condujeran por el abismo de la desinstitucionalización sin que aún toquemos fondo, pero hacia el cual nos precipitamos en caída libre.
Esto ha sido posible gracias al mayor mal que padece la dirigencia nacional: “la corrupción que se ejerce desde las instancias de poder”. El acto más grande de corrupción que se ha realizado en Colombia en su historia, ha sido el desconocimiento del resultado electoral del 2 de octubre, este es el robo más descarado y el abuso más grande que pudo cometer un gobernante, burlar la decisión popular mayoritaria de una nación.
Durante los meses subsiguientes al momento en que un presidente comete este atropello con la complicidad del poder judicial, la participación sumisa y obsecuente del poder legislativo, la complacencia de medios de comunicación y hasta el visto bueno de empresarios con acceso a los beneficios que un Estado corrupto ofrece, continúa entregando el país, a través de una implementación del “acuerdo negado”, utilizando las mismas prácticas tramposas que le han servido para buscar cualquier objetivo que se proponga. Así actúa Santos: Como ministro, engañando y urdiendo tras bambalinas. Como candidato, mintiendo a sus electores. Como presidente, ejerciendo con deslealtad y utilizando el poder para comprar apoyos, silencios, beneplácitos y hasta premios.
Pero tenía que ocurrir, la caja de pandora permite que todas las cosas salgan a la luz pública. Las llamadas “irregularidades” que se han develado, no son más que la ratificación de todo lo que en la oposición hemos denunciado: la reelección fraudulenta, la utilización de oscuros cupos del presupuesto para obtener mayorías artificiales, la extorsión a maniatados gobernadores y alcaldes para que acepten y convaliden cualquier limosna del gobierno, la descarada propaganda oficial en medios a través de gerentes políticos, la apropiación de recursos parafiscales para obstruir la oposición de la empresa privada, así como la adjudicación amañada, de la cual es apenas un ejemplo, la adición ilegal otorgada a Odebrecht para beneficiar a un cartel cercano a los intereses del gobierno.
Todo el entramado se confeccionó mediante el engaño a un país ilusionado con la paz. ¿Qué puede esperar el colombiano que añora una verdadera paz, si ésta es producto del raponazo al elector de su sagrado voto? ¿Puede la paz provenir de actos de negociación de prebendas para lograr imponer a como dé lugar una jurisdicción especial para las Farc, que sustituye prácticamente todo nuestro estado de derecho?
Este primero de abril los colombianos tenemos la oportunidad de utilizar el único mecanismo que la imposición corrupta de Santos nos está dejando, la calle. Ojalá sea este día el primero de muchos y la marcha sea el punto de partida para otras numerosas formas de manifestar la inconformidad frente a los actos irregulares que están entregando este país a un grupo criminal y a sus aliados.
Así pues, a todos los caldenses independientemente de su filiación política si la tienen, que se sientan cansados, decepcionados, engañados y preocupados con este nefasto gobierno de Juan Manuel Santos, los invitamos a marchar el sábado 1 de abril y que quede notificado el Presidente que su ilegitima elección y reelección, su persecución a la oposición, su burla al plebiscito, su despilfarro de recursos, su avalancha de impuestos y su privilegio a 7.000 narcoterroristas, unirá a millones de colombianos que no estamos dispuestos a entregar nuestra Patria para instaurar un nuevo régimen similar al que sus nuevos mejores amigos impusieron en la hermana Venezuela, perdiendo sus libertades y su democracia. Este será el punto de partida para retomar el rumbo en 2018, los colombianos merecemos un Presidente y un gobierno del que nos sintamos orgullosos.