Senador Carlos Felipe Mejía
El video que reveló la senadora Paloma Valencia ha permitido que el país vaya corriendo el velo demagógico con el cual algunos sectores políticos, de la prensa, la academia y la sociedad promueven, apoyan y respaldan al senador Petro, tratando de cubrir lo que ha sido una carrera ejercida en un principio desde la clandestinidad y mediante prácticas terroristas, hasta llegar a unas candidaturas que según el video estarían financiadas con dineros ilícitos.
Esta duda se acrecienta cuando el mismo excandidato presidencial argumenta en su defensa y del amigo que supuestamente le aportaba dineros en efectivo, que como aborrecen al sistema financiero no debería entonces reportar aquellos ingresos que no pasaban por cuentas legales en los bancos. Al final según él, no sería un préstamo ni sería una donación, por lo cual no quedaría otra opción que pensar que en realidad era entonces una coima.
Además, aparece en el video un político de oficio que viene de ser miembro del M-19, llegando a contratista por todo el país y exfuncionario público de Petro, cobrando lo que ahora denominan “comisiones de éxito”. Con estas nuevas definiciones de las actividades de la izquierda en Colombia es como el senador Petro estaría renovando el ejercicio de la política.
El señor Montes, amigo contratista del protagonista central del video, coordinó sin éxito alguno la recuperación, rehabilitación y mantenimiento de la malla vial del distrito utilizando la famosa máquina tapa huecos sobre la cual hay todo tipo de investigaciones y problemas jurídicos de contratación, al no existir pólizas por algo existen sanciones de la Procuraduría, suspensión en el cargo y pago de multas en la ingratamente recordada administración de la Bogotá Humana.
El video es un acontecimiento adicional a las multas que recibe el exalcalde periódicamente por sus desastrosas actuaciones administrativas. Multas que acumuladas ya pasan del billón de pesos.
A Petro y a los suyos lo único que les importa es incendiar al país y no permitirle al presidente Duque tener éxito con su gobierno, pues es en medio del caos y la anarquía que esa izquierda corrupta y perversa se puede convertir en opción de poder. Ya es hora de ir evaluando por parte de la justicia, cuáles son las consecuencias de participar como agitador y promotor de paros, marchas y protestas que terminan en vandalismo, daños a bienes públicos y de particulares, agresiones a policías y ciudadanos y poniendo en riesgo vidas humanas. Los fiscales y los jueces deberían evaluar si son delitos aquellas actividades que desconocen los deberes de los ciudadanos de no afectar los derechos de los demás, como poder ir sin obstáculos al trabajo y a sus negocios, poderse movilizar para llegar a tiempo a casa a compartir en familia, o no temer por su vida en un acto vandálico de agitadores provocados por intereses políticos.
Definitivamente nada de las actuaciones recientes y las pasadas indican que Petro y sus seguidores se puedan dar el autocalificativo de “los decentes”. Para eso hay que empezar por serlo y además parecerlo, pero en lo que tenemos que evidenciar hoy, hay de todo menos decencia.
No es evadiendo lo concreto y endilgando artificiosamente la responsabilidad de la corrupción a los demás. Todos los que cometan actos de corrupción, sin excepción, deben ser objeto de investigación y de castigo penal, pero fundamentalmente el Estado debe recuperar los dineros y los bienes mal habidos para por fin acabar con este flagelo.
Con solo pedir perdón no se borrará la imagen que le quedó a todos los colombianos del político que evade los controles para recibir dineros en efectivo.
Lo que se desprendió después de la divulgación del video de Petro acariciando y recibiendo fajos de billetes fue el comienzo del fin del político más peligroso que ha tenido la historia reciente de Colombia. El que con su capacidad de embaucar y utilizar todas las formas de lucha, patrocinado por dineros del narcotráfico según el abogado Abelardo De La Espriella, y por el Chavismo, según Diosdado Cabello, estuvo a punto de convertir a Colombia en el nuevo refugio del fallido y nefasto Socialismo del Siglo XXI. ¡A Dios gracias!